Amy se morìa de hambre. Habìa pasado todo el dìa huyendo de los chicos. Era su estòmago el que se quejaba ahora. Hacìa tiempo, Amy habìa estado acostumbrada a saltarse algunas comidas, pero había dejado eso atràs.
Era medianoche y Amy no podìa dormir. Bajò las escaleras en total silencio. Sabía como encontrar las cocinas. Talvez consiguiera algo para comer...
Amy llegó hasta las cocinas. Esperaba encontrarlas vacías a esas horas de la noche, pero dentro, había un elfo doméstico que, aunque Amy no conocía, sospechaba quièn era.
-¿Dobby?-
Era el hecho de que fuera vestido lo que hacía creer a Amy que era Dobby. Y había acertado.
-Sì, lo soy, lo soy, señorita Amber Nulleon.-`
Amy se sorprendió ante el hecho de que Dobby conociera su nombre. Dobby pareciò darse cueta del hecho.
-¡Se lo escuchè decir al profesor Dumbledore, señorita-
Amy se tranquilizó un poco.
-Siento por molestar tan tarde...-
-¡No es molestia, señorita Amber Nulleon! ¡La esperábamos!-
-¿Me esperaban? ¿Quienes?-
De entre las sombras, aparecieron otros cuatro elfos domèsticos.
-Sabríamos que vendría. No ha comido nada en todo el día.-
No fué poca comida la que le ofrecieron, y aunque Amy comió mucho, se sentía un poco cohibida. Estaba acostumbrada a valerse por sì misma desde muy pequeña. Sabúia cocinar desde los siete años. Y ahora, teniendo tantos pequeños sirvientes que le insistían en que comiera un poco más, se sentía muy... extraña.
Así que se fué temprano, pero sólo cuando prometió a Dobby que le pondría al tanto de sus aventuras en su antiguo hogar después.
Amy salió de las cocinas y llegó a la sala común de Gryffindor. Pero cuando iba a subir a los dormitorios de las chicas, una voz la retuvo:
-"¿Señorita Amber Nulleon?"-
Amy se volvió, y vió a Ginny salir de entre las sombras.
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